Sobre la “caravana”

Por: Jorge A. Bustamante ~ Octubre 24, 2018

El fenómeno de una nueva “caravana de centroamericanos” con idea de llegar a los EE.UU. es repetición en gran escala respecto de “caravanas” anteriores. No es la primera vez que el Presidente Trump criminaliza a una de estas caravanas aduciendo que está infiltrada por criminales.

En la anterior aludió a la infiltración de la “Mara Salvatrucha”, a quienes llamó, “animales”. En la actual, ya aludió a la “infiltración de criminales y terroristas del Medio Oriente” como justificación para recurrir, como solución, al ejército estadounidense para detener a la “caravana” actual. En el fondo, tanto Trump como Peña Nieto no han entendido la naturaleza sociológica de las “caravanas” como un nuevo fenómeno de “desbordamiento internacional de la pobreza”.

Parecería esta como una definición simplista para quien no entienda la metáfora de un “desbordamiento de la pobreza que rebase las fronteras internacionales”, ni entienda tampoco el origen y consecuencias colaterales de la pobreza como fenómeno social, tales como la violencia, la corrupción y la impunidad.

El hecho es que la ignorancia de la naturaleza sociológica de esta “caravana”, ha llevado a Trump y a Peña Nieto a concebir soluciones derivadas de sus respectivas perspectivas de la noción política de la “seguridad nacional”. En el caso de Trump, según ya dijo, él detendría a “la caravana” “con el uso del ejército de Estados Unidos”.

En el caso de Peña Nieto, él ha sostenido, con gran ingenuidad, que la acción frenadora de “la caravana” de parte del gobierno de México sería mediante una exhortación a los integrantes de “la caravana” a “legalizar” su estancia solicitando del gobierno de México: o bien, una visa humanitaria, o una condición de “refugio”.

Tal idea ignora el objetivo central de “la caravana”: avanzar, que resultaría contrario a la necesidad de permanecer inmóviles en algún albergue en espera del tiempo que les llevaría el trámite y respuesta burocrática a sus solicitudes.

Es de esperarse que el grupo de migrantes que integran la caravana empiece a dispersarse, después de haber avanzado, por lo general “a pie”, desde Honduras hasta Tapachula; por una variedad de razones propias de la naturaleza social de “la caravana”—seguro no todos piensan igual en el “cómo hacerlo”; particularmente las madres que ven a sus hijos caer enfermos por permanecer a la intemperie forzados a caminar a más de 35° C.

Es probable que pronto sepamos algo de mortalidad infantil asociado a la “caravana”. Pero, es probable que algunos integrantes de ésta, no sólo lleguen a la frontera con Estados Unidos –con todo y sus menores hijos– sino que algunos de ellos la rebasen, como sigue ocurriendo a pesar de los crecientes obstáculos para impedirlo. Frente a ello, intervendrán las fuerzas de “seguridad nacional” ya mencionadas por Trump.

Por cierto, tal noción es básica en la política interna y, sobre todo, en la política exterior de Estados Unidos. En México, ha dado lugar a vergonzosas contradicciones. El hecho es que, en la práctica, resulta en contradicción con toda política basada en los derechos humanos.

Tal contradicción ha quedado expuesta después que Peña Nieto, en su Plan Nacional de desarrollo, publicado al inicio de su administración, afirmó que tal plan se basaría en la “seguridad nacional, para contradecirse poco después al afirmar repetidamente que los derechos humanos serían “la más alta prioridad en su gobierno”.

Acto seguido, las fuerzas del Estado mexicano se vieron involucradas, según datos de la CNDH, en un historial de violaciones de derechos humanos, tanto de nacionales como de extranjeros, particularmente de centroamericanos en su paso por México rumbo a Estados Unidos, como lo hace recordar la memoria de la masacre de 72 centroamericanos en Tamaulipas.

Dada la noción del gobierno estadounidense de lo que es una política de “seguridad nacional”, que desde el país vecino se entiende como susceptible de ser puesta en práctica por vía del Ejército y las fuerzas policiales del Estado, en la práctica mexicana la puesta en práctica de esas fuerzas del Estado, ha sido una fuente del mayor número de violaciones a los derechos humanos que se haya registrado en México; incluyendo tanto los de los nacionales como los de los migrantes centroamericanos que han cruzado por México rumbo a EE.UU., según lo ha documentado la Comisión Nacional de Derechos Humanos del Estado mexicano.

Seguramente Trump ha llegado a oír de las repetidas exhortaciones del Presidente electo Andres Manuel López Obrador (AMLO), no sólo a autoridades sino también, a la población huésped de México, a que se respeten los derechos humanos de los centroamericanos que integran la “caravana”.

Seguramente no le han gustado a Trump tales exhortaciones, que se las estará guardando para cobrárselas a AMLO, después del primero de diciembre, cuando se vuelva a hablar del tratado comercial trilateral, ahora llamado USMCA. Tal discrepancia entre ambos líderes (Trump y AMLO) aflorará en crisis más adelante que será motivo de críticas y de análisis en un futuro tan cercano como lo están las elecciones intermedias del 8 de noviembre en Estados Unidos y el primero de diciembre en México.

El Presidente Trump empezó felicitando al gobierno de México por haber tenido éxito en frenar el avance de “la caravana”. Tal “éxito” lo atribuyó al “respeto de las autoridades mexicanas al liderazgo en las autoridades estadounidenses”, o sea, a él mismo.

Tal visión megalómana, para nada algo nuevo en él, está en gran distancia de la definición del gobierno mexicano respecto de los avances de “la caravana” bajo la exhortación, totalmente imaginaria, a los integrantes de “la caravana”, de “hacerlo legalmente” mediante su respectiva solicitud de visa mexicana humanitaria o de refugio.

Como era de esperarse, con una información más realista, los integrantes de “la caravana” no han hecho caso de tal exhortación de las autoridades mexicanas.

El hecho, ignorado tanto por la definición de Trump como por la definición de Peña Nieto es que la caravana sigue avanzando hacia el Norte.

Ni Trump ni Peña Nieto han definido el fenómeno de la caravana con información fidedigna. La realidad del origen de “la caravana”, ignorada por ambos es de que “la caravana” avanza porque a ninguno de los dos se les ha ocurrido una solución realista, con base en información confiable y con una consciencia cierta de las causas reales de “la caravana” como fenómeno social con implicaciones internacionales.

Las declaraciones recabadas de miembros de “la caravana” dan a pensar de su situación de hoy, 28 de octubre 2018; y hace predictible una crisis humanitaria tanto para el gobierno de México como para el gobierno de EE.UU. de dimensiones e implicaciones políticas sin precedente.

Un escenario posible es el de que no sólo que “la caravana” llegue a la Frontera Norte de México sino, que algunos de sus miembros logren traspasarla; y, que la represión anunciada por Trump del uso, no sólo de la policía migratoria estadounidense sino de su ejército también, produzca incidentes fatales que desencadenen en la mayor crisis política a la que se hubieran enfrentado tanto el Partido Republicano como el Presidente Trump.

Una implicación colateral de esa crisis sería la reacción de Trump respecto de su relación con el gobierno de México hacia el cual orientaría su furia, y la irracionalidad de sus reacciones, al culparlo de la crisis.

De ser así, se convertiría tanto en el principal problema para el gobierno electo –de tal magnitud que obligaría al replanteamiento de todos sus programas de desarrollo– tanto como a una redefinición drástica de la relación bilateral. Espero que nunca ocurra este escenario.

Fuente: Jorge A. Bustamante ~ Octubre 24, 2018